El narrador Cuento
10/11/2012
-Cierto día iba Caperucita por el
bosque de… che ¿cómo se llamaba ese bosque?
-¿Cuál? El de… ¿el bosque de
Sherwood?
-No, ése era el de Robin Hood.
-¿Robin Hood no era el compañero de
Batman?
-No, el compañero de Batman era
Mandrake.
-¡Si Mandrake era un mago!
-¿Y qué tiene? Además era el ayudante
de Batman.
-… ¿seguro?
-Claro, ¿para qué te contaría
mentiras, eh? ¿Querés que siga?
-Y, sí…
-El bosque quedaba en Transilvania…
-Che, no jodas. ¿Transilvania no era
donde vivía el Conde Drácula?
-Vos tenés todo mezclado. No prestás
atención a lo que te cuento y se te mezcla todo. Transilvania queda en Estados
Unidos… si me vas a cuestionar todo mejor me callo.
-Sí, mejor.
-… ahora no me callo nada.
-Te callás porque no querés contarme
el cuento, porque no lo sabés.
-Claro que lo sé; ahí te va, cierta
noche, Caperucita estaba cerrando su famoso restaurante…
-¿¡Su famoso restaurante!?
-Sí, cuando de repente recibió una
llamada telefónica…
-… era uno que le avisaba que vos le
estabas haciendo bolsa su cuento.
-No, era su mamá, que le pedía que
pasara de la abuelita a dejarle algo de comer. Le dijo así, “Blancanieves…”
-¿¡”Blancanieves” le dijo!?
-Sí, “Caperucita” se llama el
cuento, pero a ella le encantaba que le dijeran “Blancanieves”. Entonces el tío
le dijo así…
-Che, ¿no era la mamá la que estaba
en el teléfono?
-¡Nunca dije que fuera la madre… por
favor, prestá atención! Dejáme seguir, le dijo así, “Blancanieves, cuando
cierres tu famoso restaurante llevále algo a tu abuelita que recién me habló y
dice que está con un hambre terrible”.
-¿Y por qué la abuelita no la llamó
directamente al restaurante?
-Porque se le olvidaba el número.
-¿Y por qué no lo tenía anotado en
un papelito al lado del teléfono?
-Porque el lápiz se lo había
prestado a un humilde cazador.
-¿El que aparece al final del cuento?
-Exactamente, que fue el que atendió
el teléfono.
-… che ¿No lo había atendido la
misma Caperucita?
-¿Quién? ¿Blancanieves?
-Sí.
-No creo, ella no tenía teléfono.
-¿¡Y dónde recibió la llamada si no
tenía teléfono!?
-Ahí está la gracia, escuchá,
entonces el humilde cazador le dijo a la mamá…
-¿Por qué era “humilde cazador”?
-Porque si hubiera sido rico tendría
empresas pero no sería cazador. Ahora calláte y dejáme contarte el cuento.
-… ¿no tenés otro? No entiendo nada.
-Porque no prestás atención. Entonces
el humilde cazador le dijo, “Mire, señora, su hija se fue a un baile a que le
probaran un zapatito”.
-¿Ese no es el de Cenicienta?
-No, en el que hay un baile es el de
Pinocho.
-En el de Pinocho nunca hubo un
baile, porque él no era como los demás niños.
-El que no era como los demás niños
era Frankestein.
-¡Pero si él era un monstruo!
-Por eso no era como los demás niños,
¿querés que siga o cambio?
-… y no, seguí…
-Entonces la abuelita le dijo…
-¿Qué abuelita? ¿No estaba hablando
con la mamá?
-¿Ves? No atendés. ¿No te dije que la
mamá era sorda?
-¿Sorda?
-Y claro, le habían hecho una
operación, pero no quedó bien.
-¿En el cuento dice eso?
-Por supuesto, yo nunca te mentiría.
Sigo. Entonces le dijo, “No importa yo igual la llamo después, no se olvide de
darle mi mensaje”. Pero ni bien colgó el cazador ya se había olvidado y ese
mismo día la abuelita hubiera muerto de hambre… si no fuera porque pasó un
lobo y se la comió. Y colorín colorado, este cuento se ha acabado. ¿Te gustó?
-… al medio no lo entendí, pero
estuvo bueno.
-¿Qué parte?
-La de los ladrones que entran a la
pizzería.
-Porque no prestás atención. Mañana
te cuento otro. Luis María Pescetti
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