jueves, 4 de junio de 2020

Reconocimiento a Raúl Maltagliati


ESAS COSAS A VECES PASAN    Raúl Maltagliati
Esa semana me tocaba el turno noche, para colmo en julio las temperaturas eran crueles, a veces pensaba como puede ser que a alguien le guste el frío, pero no hablo del frío cuando estás en tu casa, aunque no tengas calefacción, hablo del frío cuando te toca estar afuera y no hay guantes, pasamontañas o campera que impida que el viento te corte la piel y te haga literalmente tiritar como si estuvieses contra la pared y un puma te acosa, o estas en el otro extremo de una pistola, son cosas que imagino cuando cumplía mi turno en la estación de servicio donde trabajaba y es la única cosa que evitaba volverme loco, porque en invierno y de noche en el año 1985 no había movimiento hasta las seis o siete de la mañana, cuando empezaba el ruido en los taxis y trabajos.
Me costó mucho adaptarme al trabajo, sobre todo al cambio de turno, los que ya eran expertos con muchos años de calle me pasaban como alambre caído, teníamos que anotar un número que había en el surtidor, que marcaba la cantidad de litros vendidos en el turno, entonces, las primeras veces, yo escribía y el que me entregaba el turno, con una linterna, leía el número y me lo cantaba para que lo anote en la planilla, cuando me di cuenta que me cantaban un número que no coincidía y, por consiguiente, que tenía que poner yo de mi bolsillo, opté por cantar el número y el que entregaba el turno anotaba, pero cuando me di cuenta que el número venía mal de antes, empecé a anotar yo solo y pasar el numero inflado al turno anterior y quedarme con mi parte y después se verá cuando explote todo, y el dueño se dé cuenta, entonces cada uno se tendrá que salvar solo.
Una noche del 4 de julio estaba solo barriendo la playa con aserrín y querosén, pensando en mis locuras y en un medio de zafar del despido y/o la cárcel cuando se sepa todo el quilombo de la bola de faltante de dinero que se iba formando, se me ocurrió fingir un robo, esconder unas latas de aceite y decir que me apuntaron y me robaron, en esa época no ponían cámaras, lo pensé seriamente, pero no me animé, era muy arriesgado y podía pisarme cuando me interrogara la policía. Lo seguía pensando.
Me sacó de mi letargo el ruido de un auto, me doy vuelta y veo una cupé fuego violeta estacionada junto al surtidor. Me acerco y baja del coche un tipo raro, pantalón blanco con hebilla grande dorada, camisa violeta abierta hasta el pecho que dejaba ver una cadena de oro gruesa y encima un gamulán de cuero de oveja, de moda en esos años.
El tipo era flaco, alto, con una melena ensortijada hasta los hombros, pero una leve calvicie que le daban aspecto de frente alta, era desagradable a la vista pero agradable en el trato, muy entrador y carismático.
-flaco te puedo pedir un favor- me dice.
-según lo que sea- respondo
-mirá, me quedé sin guita y tengo que llevar esta mina hasta su casa, ¿me podés fiar?-
¿Qué hago? Pensé, si no vuelve me clavo.
Entonces medité: el tipo parece pesado, puedo hacer pasar la guita con el faltante eterno y poner más clavos a mi ataúd, al fin y al cabo es lo mismo.
-bueno loco, pero volvé, porque si no lo tengo que poner yo y mi sueldo no es muy holgado. -Respondí
- si no vuelvo preguntá por el negro Videla y me encontrás en algún café a la mañana o un boliche a la noche.-aseveró.
-no hay drama sé que vas a volver.-aventuré
-gracias flaco- dijo y se fue.
Cuando hice el cambio de turno a las siete de la mañana, le pregunto a mi relevo si lo conocía al Negro Videla.
-Quién no lo conoce, es el cafiso del momento, es pesado, tiene como 20 minas laburando para él, el que se pasa con alguna se las tiene que ver con el o sus “amigos del barrio”, me entendés.
Me fui a mi casa y me olvidé del tema, total la guita estaba justificada y no la puse yo.
En el siguiente turno hice lo de siempre y cuando estaba acomodando las latas de aceite W40, sentí el mismo ruido y veo en el reflejo del vidrio a la cupé fuego violeta.
No supe que pensar, si vio una veta blanda y volvía por más, estaba en el horno.
Lo abordé sin más:
-cuanto te cargo flaco- dije con voz descuidada.
-Llenalo-dijo
Me subió un sudor frío por la espalda, si vio la veta se sirve, y me exprime con su fama.-pensé.
Cuelgo la manguera y le digo:
-son 150 pesos.-
-¿pusiste lo de anoche?-
-No con lo de anoche son 200 pesos-
-¿Cuánto ganás?-me pregunta.
Huy no, ahora me ofrece trabajo con él y quedo en el quilombo para siempre, si le digo que sí, me embarro, si le digo que no se enoja y me caga a tiros. ¿Qué hago?
-2000 pesos al mes,¿ por?- le agregué el “por “para sonar descontracturado, cuando estaba tiritando pero no de  frío.
-¿vos sabés quién soy?- me escupe a bocajarro.
-no, ni idea, ¿por?- de nuevo el “por”.
-me fiaste dos o tres días de trabajo sin conocerme ¿Por qué?-
-porque estuve en la misma que vos y cundo pedí fiado no me lo dieron, además, no sé porque pero sabía que ibas a volver.-
-mira vos el flaco este, es todo un personaje.-les dijo a sus amigos en el auto.
                Me pagó, con propina, y agregó, una especie de saludo.
-chau “personaje”.-
-Chau.-dije y se fue.
No lo vi mas, salvo de lejos cuando pasaba por la calle.
El tiempo pasó y la bola de “encajes” se hizo insostenible, hasta que estalló. Cuando vieron un faltante tiraron del hilo y salió toda la espuma aprisionada debajo.
Hubo una auditoría y llegaron a la conclusión que venía de lejos y estábamos todos involucrados.
Un miércoles a las 10 de la mañana se citó a reunión de personal hasta a los que estaban de franco, la cosa estaba fea el dueño empezó con lo de la confianza dañada y terminó con van a ir todos en cana, para terminar en el que acepta renunciar sin cobrar un mango se salva.
Todos renunciamos, nos hicieron firmar un papel y se lo íbamos entregando  al dueño al salir, nadie se animó a mirarlo a los ojos, yo estaba último; pensé que hacer, no podía quedarme sin trabajo, tenía que hacer algo distinto que los demás, quejarme, asustar con un abogado, el sindicato, hasta el ministerio de trabajo pasó por mi mente.
No pude pensar más, me tocaba a mí entregar el papel, por lo menos no voy a bajar la vista, no tengo nada de qué avergonzarme, ellos me llevaron a eso y yo respondí con mi hambre.
Cuando se lo doy el dueño me dice:
-Vos no pibe, vos si querés te quedás.-
-si quiero quedarme, necesito el trabajo, pero ¿por qué?
-porque sos un “Personaje”, entendés.-
Asentí con la cabeza y salí afuera.
Desde ese momento hice carrera y llegué a jefe de personal, me jubilé y fui normalmente feliz.
Cada tanto me lo cruzaba al Negro Videla en le estación, pero no se acercaba a hablar simplemente me tiraba un:
- “PERSONAJE”- 

1 comentario:

  1. A lo que se y me contó mi papá en aquellos tiempos ,desde chico te hacían trabajar para ayudar en la casa ,el estudio no era lo importante al tomar un trabajo ,sino la experiencia .Hoy si querés tener un buen trabajo o como dice mi mamá "ser alguien en la vida" hay que estudiar ,tener un titulo en la mano para poder avanzar ,y aun que seas el mejor en lo que hagas ,si no tenés un titulo ,no te pagan lo que mereces ganar . Y ese frío que usted pasaba en ese entonces me hizo acordar a las veces ,mejor dicho ,todas las mañanas de invierno que tenia que levantarme mas temprano que todos ,abrigarme lo mas que queda y caminar 11 cuadras hasta la terminal ,de ahí esperaba el colectivo para ir al colegio.Cuando llegaba a la terminal de Berrotaran debía hacerme otras 9 cuadras ,creo que mas y recién ahí llegar al colegio . Y solo por eso ,que no se compara con las horas que usted trabajaba en la estación con ese frío infernal ,puedo entender un tercio del frío que pasaba cada día de trabajo .Aun así ,volviendo al caso ,siguen habiendo niños y adolescentes que dejan sus estudios para traer un peso en la mesa ,y es algo que no beneficia el futuro de ese niño .

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